miércoles, 22 de febrero de 2012

FILOSOFÍA: ¿Es eterna la materia? (Parte III): Pruebas científicas de la no-eternidad de la materia

En el apartado anterior habíamos probado la imposibilidad filosófica de la eternidad de la materia, pero aún no nos hemos adentrado en el campo de la ciencia. En realidad la ciencia no sólo no ha podido comprobar la eternidad de la materia, sino que ha comprobado la no-eternidad de la materia: “El pretendido principio de la eternidad de la materia, está en abierta contradicción con los resultados que nos ofrece la ciencia moderna . El que quiera estar de acuerdo con los últimos descubrimientos científicos que señalan una edad en la existencia de la materia, no tiene más remedio que negar la eternidad de la materia, pues las pruebas que los científicos aducen son concluyentes” (José Ciurana, “Fin del materialismo ateo”, 1974). Usemos el sentido común (que muchas veces es el menos común de los sentidos): si en verdad la ciencia hubiera podido demostrar con pruebas contundentes e irrefutables la eternidad de la materia, excluyendo así a Dios de la creación, ¿no se habría difundido ya está noticia por todas partes del mundo?, ¿no lo proclamarían por todas partes los hombres de ciencia? En realidad no han sido los científicos quienes han difundido el ateísmo y la idea de la eternidad de la materia, sino todo lo contrario, tal como decía Henry Margenau, doctor en Física de la Universidad de Yale: “Entre los científicos de primerísima categoría se encuentran muy pocos ateos”. Los que han difundido éstas ideas han sido los materialistas, ateos y marxistas; y si han habido científicos que han pretendido justificar la eternidad del universo para así desplazar a Dios lo han hecho no por convicciones científicas, sino por prejuicios ateos o materialistas. Es por ello que comentaba el reconocido físico y astrónomo británico, Stephen Hawking: “A muchos científicos no les agradó la idea de que el Universo haya tenido un comienzo, un momento de creación”.

Son muchas las teorías y pruebas que nos ofrece la ciencia para poder afirmar que la materia no es eterna. Una de las más aceptadas y contundentes es la Teoría del Big Bang, según la cual el Universo tuvo su inicio hace aproximadamente 15 000 millones de años. De este modo, el Universo o puede ser eterno sino que ha sido creado: el Big Bang es el grito del Universo al nacer. Ya en 1984 se leía en la revista “Mundo Científico”: “La teoría de que el Universo nació en una gigantesca explosión o Big-Bang, ya no es una simple hipótesis académica, cada vez se hace más difícil prescindir de ella si se quiere dar cuenta de las propiedades fundamentales del Universo como hoy se observa. El extraordinario éxito de la teoría del Big-Bang está relacionado con su poder de predicción y con las brillantes confirmaciones que las observaciones han aportado a sus predicciones”. Hoy en día es una teoría aceptada por casi todos los científicos, debido a que es la única que ofrece evidencias verdaderamente sólidas. Confesaba Phillip Morrison, reconocido astrónomo, en una intervención ante la BBC de Londres: “Me gustaría poder rechazar la teoría del Big Bang, pero tengo que rendirme ante la evidencia”. Y así es, a la luz de las evidencias, todas las teorías alternativas sobre el rigen del Universo han sido descartadas, menos la del Big Bang. Reportaba el diario ABC de Madrid refiriéndose al satélite COBE: “Las observaciones del satélite COBE indican que no hay una teoría alternativa al Big Bang sobre el origen del Universo” (9 de enero de 1993). Aún más, la continua degradación de la energía, expresada en la ley de la entropía ha hecho que los científicos abandonen la teoría del Universo pendular, pulsante, oscilante o cíclico.  Y así lo decía Jean E. Charon, científico francés: “No hay evolución cíclica. La evolución del Universo es lineal”.

Otra de las pruebas científicas que demuestran la no-eternidad de la materia es la transformación de unos elementos radioactivos en otros. Si la materia fuese eterna ya no quedaría potasio-40, ni rubidio-87, ni uranio-235, pues ya se habrían transformado en argón-40, estroncio-87 y plomo-207 respectivamente. Por el punto de desintegración de los cuerpos radiactivos podemos afirmar que la materia no es eterna, pues si la materia fuese eterna ya se habrían transformado totalmente. Si hoy queda en el mundo potasio y uranio radiactivos es porque todavía no han transcurrido los miles de años necesarios para que se transformen en argón y plomo respectivamente y, por tanto, no pueden ser eternos. De este modo, la radioactividad prueba que la materia no es eterna, ya que si el uranio no hubiera tenido principio, éste no existiría sino sólo en su forma degradada: el plomo. ¡Pero aún existe el uranio radioactivo, y continúa desintegrándose en plomo!

Otro elemento clave que demuestra la no-eternidad de la materia es el hidrógeno. Como sabe cualquiera que haya estudiado un poco de química, el hidrógeno es la base de todos los demás elementos más estables que él. No se retrocede de un elemento más estable a otro menos estable. Así pues, sería imposible que el Universo sea eterno: no quedaría nada de hidrógeno. En efecto: el hidrógeno se convierte en helio en un proceso continuo e irreversible. Si esto sucediera desde toda la eternidad ya se habría gastado todo el hidrógeno que todavía se quema en las estrellas, pues la cantidad de hidrógeno del universo es limitada, y lo que se pierde ya no se repone.

Como vemos, la ciencia moderna encuentra cada día más datos que confirman que ni el cosmos ni la materia son eternos. La ley de conservación de la materia, que tantas veces esgrimen los materialistas como prueba de su eternidad, de ningún modo afirma la eternidad de la materia, sino todo lo contrario. En realidad, la ley de conservación de la materia no sólo no niega la creación, sino que la confirma totalmente. “La materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma”, dice. Pero ello supone necesariamente un principio de la materia, un momento en que ha sido creada y desde el cual ha venido transformándose. La conservación del binomio materia-energía, es una ley de la naturaleza que no tiene sentido antes de la creación del cosmos. En suma, la ley de la conservación de la materia no dice que la materia no ha sido creada, sino más bien que no se crea (con lo cual elimina cualquier posibilidad de generación espontánea de la materia).

Por otro lado, es totalmente cierto que tanto la materia como la energía no se destruyen, pero sí se degradan hasta extinguirse, tal como afirma la ley de la entropía. Para entender esto primero habría que distinguir destruirse de extinguirse, bastará con un simple ejemplo: la llama de una vela no se destruye, se extingue. Yendo a la ley de la entropía, ésta afirma que la energía se conserva, pero se va degradando a medida que la entropía del sistema aumenta. Antonio Romana, en su libro “Origen del mundo ante la Ciencia y la Fe”, lo explica de la siguiente manera: “La ley de la conservación de la energía se entiende de la suma total de energía de todo orden que el cosmos encierra: mecánica, química, eléctrica, calorífica, etc. Pero la energía calorífica se llama energía degradada porque no puede transformarse íntegramente en otra energía. La energía mecánica puede transformarse enteramente en energía calorífica, pero no al revés. La energía calorífica crece continuamente en el Universo y como, en su mayor parte, no es apta para producir de nuevo un trabajo útil, resulta que la energía utilizable disminuye incesantemente. Este proceso de degradación de la energía, se llama entropía. La entropía crece sin interrupción hasta llegar a la muerte térmica del Universo”. De este modo, la ley de entropía demuestra irrefutablemente que el Universo tendrá un fin y, por tanto, que no es eterno. Y es que si el Universo debe acabar, ha debido también comenzar; porque de otro modo, si el Universo hubiera existido desde toda la eternidad, ya se hubiera transformado toda la energía y habríamos llegado ya al fin. Y no sólo eso, los científicos incluso estiman cálculos sobre el fin del Universo. Por ejemplo, Paul Davies, profesor de Matemáticas del King´s College de Londres, dice que el fin del cosmos se calcula para dentro de cien mil millones de años”. Así pues, ni el Universo ni la materia pueden ser eternos ya que, tal como dice Arthur Eddington en su libro “The Nature of the Physical World”, uno sólo es el destino del Universo: su muerte térmica.