* La presente es una exposición sucinta de la
teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los
que agradeceré mucho contribuyan los lectores.
Como es sabido Marx tomó de Hegel la
dialéctica y de Feuerbach el materialismo y es en base a estos que construye su
filosofía de la historia, más conocida como materialismo dialéctico. De acuerdo
con éste el factor económico se constituye como la fuerza motriz de la
historia. En el devenir de la historia la primacía pertenece a las fuerzas
materiales, siempre en movimiento siempre en evolución. No existe causa primera
ni fin último. La materia, las condiciones materiales de la vida, son la
explicación última y definitiva.
Pero a su vez, el
movimiento de la historia es dialéctico. De acuerdo con Hegel la dialéctica se
define como una progresión en la que cada movimiento sucesivo surge como
solución de las contradicciones del movimiento anterior. Pero, en
contraposición con la de Hegel la dialéctica marxista no se orienta hacia la
idea sino hacia la materia concreta. Así, al aplicar a la historia la
dialéctica materialista, se dirige hacia el hombre concreto, en sus condiciones
materiales de vida. Al comienzo los hombres se encuentran con relaciones
sociales de producción muy simples, con el sólo objeto de satisfacer sus
necesidades básicas. Pero luego a medida que van creciendo las fuerzas
productivas y las necesidades de la sociedad es necesario establecer relaciones
sociales superiores y más acordes con el desarrollo de éstas. En el prólogo a
su Contribución a la crítica
de la economía política (1859) Marx nos explica este proceso:
“Al llegar a una
determinada fase de desarrollo las fuerzas productivas entran en contradicción
con las relaciones de producción existentes o con las relaciones de propiedad
dentro de las cuales se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de
revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos
rápidamente, toda la superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian
estas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales
ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse
con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas,
políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas
ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan
por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo
que piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación
por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicar esta conciencia
por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre
las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Ninguna
formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas
productivas que caben dentro de ella y jamás aparecen nuevas y más elevadas
relaciones sociales de producción antes de que las condiciones materiales para
su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad anterior. Por eso, la
humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar,
porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen
cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales
para su realización. En general, podemos designar como otras tantas épocas de
progreso en la formación económica de la sociedad el modo de producción
asiático, el antiguo, el feudal y el moderno capitalista. Las relaciones de
producción capitalistas son la última forma antagónica del proceso social de
producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de
una antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los
individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad
capitalista brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la
solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por tanto,
la prehistoria de la sociedad humana”.