sábado, 13 de febrero de 2010

ECONOMÍA: La doctrina del marxismo (Parte III): El materialismo dialéctico*

* La presente es una exposición sucinta de la teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los que agradeceré mucho contribuyan los lectores.

Como es sabido Marx tomó de Hegel la dialéctica y de Feuerbach el materialismo y es en base a estos que construye su filosofía de la historia, más conocida como materialismo dialéctico. De acuerdo con éste el factor económico se constituye como la fuerza motriz de la historia. En el devenir de la historia la primacía pertenece a las fuerzas materiales, siempre en movimiento siempre en evolución. No existe causa primera ni fin último. La materia, las condiciones materiales de la vida, son la explicación última y definitiva.

Pero a su vez, el movimiento de la historia es dialéctico. De acuerdo con Hegel la dialéctica se define como una progresión en la que cada movimiento sucesivo surge como solución de las contradicciones del movimiento anterior. Pero, en contraposición con la de Hegel la dialéctica marxista no se orienta hacia la idea sino hacia la materia concreta. Así, al aplicar a la historia la dialéctica materialista, se dirige hacia el hombre concreto, en sus condiciones materiales de vida. Al comienzo los hombres se encuentran con relaciones sociales de producción muy simples, con el sólo objeto de satisfacer sus necesidades básicas. Pero luego a medida que van creciendo las fuerzas productivas y las necesidades de la sociedad es necesario establecer relaciones sociales superiores y más acordes con el desarrollo de éstas. En el prólogo a su Contribución a la crítica de la economía política (1859) Marx nos explica este proceso:

“Al llegar a una determinada fase de desarrollo las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian estas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicar esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones sociales de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad anterior. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. En general, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno capitalista. Las relaciones de producción capitalistas son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de una antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad capitalista brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana”