* La presente es una exposición sucinta de la
teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los
que agradeceré mucho contribuyan los lectores.
Para Marx el hombre es ante todo su trabajo,
un productor social de sus medios de subsistencia. Por su acción sobre el mundo
exterior, la naturaleza y la sociedad, el hombre modifica continuamente su
propia naturaleza. Criatura maleable, el hombre se modifica con la historia. No
posee un ser real o verdadero sino que es un mero devenir de las condiciones
materiales de su existencia. “La
esencia humana no tiene realidad alguna verdadera” (Karl Marx, Crítica a la filosofía del derecho de Hegel,
introducción) dice contundentemente Marx.
En la misma línea y fiel a su materialismo, el
marxismo niega la primacía del espíritu. Éste no es más que un producto de la
materia, la cual lo engendra, mueve y dirige. Sin la materia el espíritu. El
pensamiento y la conciencia no son más que un subproducto de la materia en
eterna evolución, en eterno movimiento. “La
materia en su ciclo eterno se mueve según sus leyes que, en un alto grado
determinado, tan pronto aquí, tan pronto allá, producen en la sustancia
orgánica el espíritu pensante”, escribe Engels (Citado por Maurice
Fraigneux, Comunismo, mística inhumana,
Ed. Atenas, Madrid, 1952, p.161).
El hombre no existe como persona o individuo
sino sólo como ser social. Está formado por la sociedad y depende enteramente
de ella. “El hombre es el mundo
del hombre: Estado, sociedad” (Karl Marx, Crítica a la filosofía del derecho de Hegel, introducción). La
sociedad es anterior a él. Lo forma y moldea. Su conciencia no le pertenece
esencialmente a sí mismo sino que es fruto de la vida en común. Sea que piense,
actúe o hable, sus impulsiones más originales no salen de lo profundo de su
ser, sino que responden a la clase social a la que pertenece. “No es su conciencia la que determina
su ser social sino que es su ser social el que determina su conciencia”
(Karl Marx, Contribución a la crítica de la Economía Política ,
prólogo).
Pero el hombre está a su vez enajenado, es
decir, se ve sometido a los productos de su propia creación en un sistema de
producción ajeno a él y que no controla conscientemente. “La desvalorización del mundo humano
crece en relación directa a la valorización del mundo de las cosas”
nos dice Marx (Karl Marx, Manuscritos
económicos y filosóficos, Madrid, 1970, p.105). Pero, ¿cómo es que se
enajena el hombre? El hombre se enajena en el trabajo. Su trabajo es algo
externo a él, no pertenece a su ser. En el trabajo no se realiza, sino se
degrada; no se siente feliz, sino desgraciado. Por ello es que su trabajo es
pesado y forzoso. Dada la propiedad privada de producción cuando el hombre trabaja
lo único que hace es enajenarse pues su trabajo no le pertenece a él, sino a
otro.